Te voy a dar donde más duele” “No vas a volver a ver a tus
hijos” “Me voy a cargar lo que más amas” “Me la has jugado y te vas a
acordar”... Son algunas de las frases pronunciadas -en estos casos todos eran
hombres- por progenitores que asesinaron a sus propios hijos tras un proceso de
separación o al romperse la relación de pareja.
Crímenes cometidos con un único y cruel propósito: hacer el
mayor daño posible con esas muertes a las madres de los menores. Arrebatarles
en vida lo que más quieren en este mundo.
Sucesos que ahora vuelven a cobrar protagonismo tras la
extraña desaparición de un hombre en Tenerife con sus dos hijas, de 1 y 6 años.
Ha trascendido que Tomás Gimeno habría escrito a su exesposa
el día que tenía que devolverle a las niñas un inquietante mensaje: “No las vas
a volver a ver”.
Las frases más escuchadas
"Te voy a dar donde más duele", "Me voy a
cargar a los que más amas", "No volverás a verlos"...
Cuando estas amenazas se cumplen, los niños se convierten en
indefensas víctimas de esta monstruosa cara de la la violencia machista, Una
conducta que tiene nombre. Son filicidios por venganza o utilitaristas. Es la
violencia vicaria.
Una expresión del maltrato de género extremadamente cruel y
sádico en la que la muerte del menor es utilizada como un mero instrumento de
tortura y venganza que nada tiene que ver con esas criaturas. La violencia se
ejerce, en estos casos, en su grado extremo sobre los hijos para hacer daño a
la madre.
Un ejemplo claro de violencia vicaria es el caso de José
Bretón, condenado por asesinar y quemar a sus dos hijos (de 2 y 6 años) para
infligir -así se demostró en juicio- el máximo dolor a la madre de esos
menores. Ya no vivía con ella y la culpaba de todas sus desgracias.
Este macabro suceso ocurrido en Córdoba refleja como pocos
la crueldad de esos progenitores que “al cometer el crimen –opina el psicólogo
forense, Javier Urra– piensan más en el dolor que sufrirá la progenitora al
perder a esas criaturas que en el trágico e injusto final planeado para sus
propios hijos”.
José Bretón
Ha sido el caso más mediático; alargó el sufrimiento a su
exmujer al no dar pistas sobre los crímenes
“Estos asesinos –decía Javier Urra al referirse al caso
Bretón– no suelen interpretar que acaban con la vida de personas que llevan su
sangre, su propia descendencia: lo que ellos hacen es matar a los hijos de su
pareja”.
Cuando dan ese paso la gran mayoría han renegado de esos
hijos; ya no son suyos, son de la otra parte. Así que el dolor que cabría
pensar podrían sufrir cometido el crimen “nunca será comparable al que va a
padecer la madre”, sostiene este psicólogo forense.
Cada caso es un mundo. La mayoría de esas personas que matan
a sus hijos para causar daño a sus parejas se suicidan. Javier Urra interpreta
esta salida “como un corte de mangas, tanto a la madre como a la justicia; ese
asesino considera que ya ha provocado el dolor que buscaba en el otro
progenitor y no piensa pagar el castigo penal y, mucho menos el moral en su
entorno, por esos hechos”.
Se suicidó, por ejemplo, el hombre que mató a tiros a sus
hijos de 5 y 13 años en Ciudad Real tras comunicarle la madre de esos menores
que quería separarse. El parricida que apuñaló en 2018 en Castellón a sus dos
hijas un mes antes de la vista del juicio de divorcio. El hombre que se tiró en
2017 con su hija de solo un año, en brazos, desde una ventana del Hospital de
La Paz, en Madrid. Su mujer estaba en esa habitación. “Te voy a dar donde más
duele”, grito el padre de la criatura antes de arrojarse al vacío. Ambos
murieron.
La mayoría se quitan la vida
Ciudad Real, Castellón, Madrid... Maltratadores que se
suicidaron tras asesinar a sus hijos
Los papeles, a veces, se intercambian. En Alicante se juzgó
a una mujer que se arrojó al vacío desde una de las almenas del castillo de
Dènia con su bebé en brazos. Antes de dejarse caer desde una altura de 70
metros se despidió de su pareja. Salvaron milagrosamente la vida al amortiguar
la caída una valla metálica.
En este caso la Fiscalía es favorable a que en caso de
condena (pide 20 años) esa mujer cumpla el castigo en un centro psiquiátrico.
Estima que tenía sus facultades mentales perturbadas. La duda, en este caso, es
si esa madre era consciente o no (cuando envió ese mensaje de despedida) del
sufrimiento que esa muerte buscada iba a causar al padre del bebé.
José Bretón se salió, sin embargo de ese guión. Este hombre nunca
confesó haber asesinado y quemado a sus hijos –las pesquisas para corroborarlo
no fueron fáciles, al sostener siempre que habían sido secuestrados en un
parque– lo que alargó el sufrimiento de la madre de los pequeños.
¿Alargar el dolor?
En el caso de Tenerife todo apunta, sin conocer el final,
a que hay como mínimo un plan para aumentar el sufrimiento
Es una línea de trabajo que en ningún momento ha quedada
descartada por los investigadores. De hecho se habría decretado ya una orden de
búsqueda internacional de Tomás Gimeno y sus dos hijas al caber la posibilidad,
entre todos los finales posibles de esta historia, de que el hombre hubiese
abandonado la isla de Tenerife con las dos niñas. Para eso habría tenido que
contar con ayuda de terceras personas.
Llegados a este punto, a nadie escapa, sin embargo, que este
hombre podría haber buscado con el supuesto mensaje enviado a su exmujer y los
erráticos movimientos antes de desaparecer, causar una gran angustia a la madre
de las niñas. Las pistas dejadas sin dar ninguna señal de vida solo creaban
incertidumbre y misterio. Si eso formaba parte de un plan, sería muy cruel.
Pero esta reflexión no pasa de ser en estos momentos una
hipótesis que solo podrá ser confirmada o descartada cuando se aclare el asunto
y se conozcan todos los detalles de la extraña historia.