viernes, 11 de junio de 2021

Así es la violencia vicaria: matar a los hijos para "enterrar" en vida a sus madres




Fuente: La Vanguardia

A última hora de esta tarde el buque Ángeles Alvariño, del Instituto Español de Oceonografía, localizaba en el mar el cuerpo sin vida de la hermana mayor y se confirmaba la peor de las hipótesis sobre el final de las pequeñas Anna y Olivia, de 1 y seis años, que desaparecieron el pasado 27 de abril en Tenerife cuando su padre Tomás Gimeno no las devolvió a su madre a la hora convenida. 

Te voy a dar donde más duele” “No vas a volver a ver a tus hijos” “Me voy a cargar lo que más amas” “Me la has jugado y te vas a acordar”... Son algunas de las frases pronunciadas -en estos casos todos eran hombres- por progenitores que asesinaron a sus propios hijos tras un proceso de separación o al romperse la relación de pareja. 

Crímenes cometidos con un único y cruel propósito: hacer el mayor daño posible con esas muertes a las madres de los menores. Arrebatarles en vida lo que más quieren en este mundo.

Sucesos que ahora vuelven a cobrar protagonismo tras la extraña desaparición de un hombre en Tenerife con sus dos hijas, de 1 y 6 años.

Ha trascendido que Tomás Gimeno habría escrito a su exesposa el día que tenía que devolverle a las niñas un inquietante mensaje: “No las vas a volver a ver”.

Las frases más escuchadas

"Te voy a dar donde más duele", "Me voy a cargar a los que más amas", "No volverás a verlos"...

Cuando estas amenazas se cumplen, los niños se convierten en indefensas víctimas de esta monstruosa cara de la la violencia machista, Una conducta que tiene nombre. Son filicidios por venganza o utilitaristas. Es la violencia vicaria.

Una expresión del maltrato de género extremadamente cruel y sádico en la que la muerte del menor es utilizada como un mero instrumento de tortura y venganza que nada tiene que ver con esas criaturas. La violencia se ejerce, en estos casos, en su grado extremo sobre los hijos para hacer daño a la madre.

Un ejemplo claro de violencia vicaria es el caso de José Bretón, condenado por asesinar y quemar a sus dos hijos (de 2 y 6 años) para infligir -así se demostró en juicio- el máximo dolor a la madre de esos menores. Ya no vivía con ella y la culpaba de todas sus desgracias.

Este macabro suceso ocurrido en Córdoba refleja como pocos la crueldad de esos progenitores que “al cometer el crimen –opina el psicólogo forense, Javier Urra– piensan más en el dolor que sufrirá la progenitora al perder a esas criaturas que en el trágico e injusto final planeado para sus propios hijos”.

José Bretón

Ha sido el caso más mediático; alargó el sufrimiento a su exmujer al no dar pistas sobre los crímenes

“Estos asesinos –decía Javier Urra al referirse al caso Bretón– no suelen interpretar que acaban con la vida de personas que llevan su sangre, su propia descendencia: lo que ellos hacen es matar a los hijos de su pareja”.

Cuando dan ese paso la gran mayoría han renegado de esos hijos; ya no son suyos, son de la otra parte. Así que el dolor que cabría pensar podrían sufrir cometido el crimen “nunca será comparable al que va a padecer la madre”, sostiene este psicólogo forense.

Cada caso es un mundo. La mayoría de esas personas que matan a sus hijos para causar daño a sus parejas se suicidan. Javier Urra interpreta esta salida “como un corte de mangas, tanto a la madre como a la justicia; ese asesino considera que ya ha provocado el dolor que buscaba en el otro progenitor y no piensa pagar el castigo penal y, mucho menos el moral en su entorno, por esos hechos”.

Se suicidó, por ejemplo, el hombre que mató a tiros a sus hijos de 5 y 13 años en Ciudad Real tras comunicarle la madre de esos menores que quería separarse. El parricida que apuñaló en 2018 en Castellón a sus dos hijas un mes antes de la vista del juicio de divorcio. El hombre que se tiró en 2017 con su hija de solo un año, en brazos, desde una ventana del Hospital de La Paz, en Madrid. Su mujer estaba en esa habitación. “Te voy a dar donde más duele”, grito el padre de la criatura antes de arrojarse al vacío. Ambos murieron.

La mayoría se quitan la vida

Ciudad Real, Castellón, Madrid... Maltratadores que se suicidaron tras asesinar a sus hijos

Los papeles, a veces, se intercambian. En Alicante se juzgó a una mujer que se arrojó al vacío desde una de las almenas del castillo de Dènia con su bebé en brazos. Antes de dejarse caer desde una altura de 70 metros se despidió de su pareja. Salvaron milagrosamente la vida al amortiguar la caída una valla metálica.

En este caso la Fiscalía es favorable a que en caso de condena (pide 20 años) esa mujer cumpla el castigo en un centro psiquiátrico. Estima que tenía sus facultades mentales perturbadas. La duda, en este caso, es si esa madre era consciente o no (cuando envió ese mensaje de despedida) del sufrimiento que esa muerte buscada iba a causar al padre del bebé.

José Bretón se salió, sin embargo de ese guión. Este hombre nunca confesó haber asesinado y quemado a sus hijos –las pesquisas para corroborarlo no fueron fáciles, al sostener siempre que habían sido secuestrados en un parque– lo que alargó el sufrimiento de la madre de los pequeños.

¿Alargar el dolor?

En el caso de Tenerife todo apunta, sin conocer el final, a que hay como mínimo un plan para aumentar el sufrimiento

Es una línea de trabajo que en ningún momento ha quedada descartada por los investigadores. De hecho se habría decretado ya una orden de búsqueda internacional de Tomás Gimeno y sus dos hijas al caber la posibilidad, entre todos los finales posibles de esta historia, de que el hombre hubiese abandonado la isla de Tenerife con las dos niñas. Para eso habría tenido que contar con ayuda de terceras personas.

Llegados a este punto, a nadie escapa, sin embargo, que este hombre podría haber buscado con el supuesto mensaje enviado a su exmujer y los erráticos movimientos antes de desaparecer, causar una gran angustia a la madre de las niñas. Las pistas dejadas sin dar ninguna señal de vida solo creaban incertidumbre y misterio. Si eso formaba parte de un plan, sería muy cruel.

Pero esta reflexión no pasa de ser en estos momentos una hipótesis que solo podrá ser confirmada o descartada cuando se aclare el asunto y se conozcan todos los detalles de la extraña historia.

 


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