Raúl Calvo. Goal.com.- El que haya estado sentado alguna vez en la grada de un campo de fútbol habrá sido testigo de innumerables cánticos y comentarios que dejan a más de uno con la boca abierta. Comentarios racistas, homófobos, madres que salen a relucir sin venir a cuento y otras tantas temáticas más de montones de frustrados que utilizan el fútbol como terapia para echar toda la suciedad que les come por dentro. El último ejemplo fue el de este fin de semana por parte de un sector de la afición del Real Betis en su partido ante el Girona.
La acusación que pesa sobre Rubén Castro, delantero del club verdiblanco, por supuesto maltrato de su ex novia, salió a relucir en la grada del Benito Villamarín. “Rubén Castro alé, Rubén Castro alé, no fue tu culpa, lo hiciste bien”, salió de la boca de más de uno. Una apología de la violencia de género que debe ser castigada más allá de con unas palabras posiblemente redactadas por otro para la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz. A la gente del mundo de la política este tipo de situaciones les preocupa más bien poco porque si no se tomarían medidas drásticas.
Estos días, con elecciones a la vuelta de la esquina, seguro que se removerá Roma con Santiago para buscar a los protagonistas y quitarles su carnets o al menos sentarlos a cada uno en un lado del estadio, como nos hacían en el colegio cuando alguno se portaba mal. Cuando pase la resaca electoral, si te he visto no me acuerdo. Si Rubén Castro ha hecho muchos goles con el Betis me parece muy bien que se le tenga un cariño. Pero que no se mezcle churras con merinas. No pido que los seguidores salgan con una pancarta condenando al jugador, que de momento y hasta que un juez no diga lo contrario, simplemente está acusado. Pero por lo menos no defiendas una actitud tan deleznable, porque nadie está a salvo de vivir una situación similar.
Al final, este y otros problemas parecidos vienen de la base. Hablamos de educación. Ahí es donde tienen que invertir sus esfuerzos los políticos e incluso los clubes. Es una pena que en el siglo XXI, cuando un grupo de personas está cerca de marcharse a Marte para vivir, sigamos viendo como las nuevas generaciones siguen manteniendo esos pensamientos machistas. Es un tema del que habría que incidir desde bien pequeños y eso en casa debería ser un objetivo primordial. Este fin de semana me contaba un amigo que viendo jugar a su hermano de doce años, un padre acabó insultando a un niño del equipo rival. No es el mismo caso, pero si es un buen ejemplo para conocer el problema. A ciertas edades tu padre es el ejemplo a seguir y si desde ese principio empezamos a fallar, al final la cadena se rompe y acabamos en un fondo increpando a una supuesta víctima por denunciar a nuestro jugador franquicia.