Fuente: El Periódico de España
La tolerancia,
según la define la Unesco,
es respetar, aceptar y apreciar la diversidad humana, ya sea
cultural, religiosa, sexual o política. A escala internacional, España,
Irlanda y Portugal son los países que mejor salen parados en
tolerancia, una enorme virtud que hoy celebra su día internacional. A pesar de
eso, los datos apuntan a que los españoles son cada vez más intransigentes, una
actitud poliédrica que deriva en conductas de discriminación,
segregación, hostilidad, incitación al odio y estigmatización. ¿Por qué?
“Hemos normalizado la intolerancia y la violencia contra el otro. El núcleo duro de la intolerancia es negar la dignidad de la persona”, explica Esteban Ibarra, presidente de Movimiento contra la Intolerancia. El activista, que lleva más de 30 en años defendiendo el respeto a los derechos humanos, añade que los factores que explican el actual incremento de la intransigencia son las redes sociales (y el "veneno" que expanden de la mano de la jauría de odiadores digitales) así como la polarización de la política, que deriva en un lenguaje peligroso y un mal ejemplo para toda la sociedad.
En 2022, la
policía investigó 1.869 infracciones penales e incidentes de odio en toda
España, lo que supone un incremento del 3,7% respecto a 2021, según
la estadística del Ministerio del Interior. Los delitos de odio por racismo y
xenofobia fueron los más numerosos (43%), seguidos de los relativos a la
orientación sexual e identidad de género y los de ideología. Euskadi,
Catalunya, Madrid y Andalucía encabezan la lista de estos delitos, en
los que se llevaron a cabo lesiones, amenazas, injurias y daños.
El discurso
del odio se basa en el desprecio y la animadversión hacia personas o
colectivos. Por contra, la Unesco define la tolerancia como “la actitud activa
de reconocimiento de los derechos humanos universales y las libertades
fundamentales de los demás”. La tolerancia significa que toda persona
es libre de adherirse a sus propias convicciones y acepta que los demás se
adhieran a las suyas.
“Hemos normalizado la intolerancia y la
violencia contra el otro. El núcleo duro de la intolerancia es negar la
dignidad de la persona”
Esteban Ibarra, presidente de Movimiento contra la Intolerancia
"ESFERA POLÍTICA MACARRA"
Dado el altavoz
mediático del que gozan los políticos y la polarización de las instituciones,
Ibarra les pide que abandonen la esfera “macarra” en la que se han metido y
dejen de usar un lenguaje que invita a la intolerancia. “Criticar y disentir es
perfecto, pero siempre con respeto y dignidad”, defiende tras dejar claro que
cuanto más radical es una persona más discurso de odio lanza. Ibarra no solo
critica a la extrema
derecha y los recientes escraches en la sede del PSOE sino
también al resto del abanico político. “Pablo Echenique (exdiputado
y militante de Podemos) tiene una boca muy peligrosa. Dice cosas y expresiones
que no ayudan al acuerdo. La tolerancia es el camino hacia el pacto”. “Puedes
estar en contra de la ideología de una persona, pero no de su dignidad. Yo
estoy en contra de la ideología de Vox, pero no de la dignidad de Santiago Abascal”,
concluye.
Claves para combatir el discurso de odio en las redes sociales
El presidente de
Movimiento contra la Intolerancia pide a los políticos que usen correctamente
la palabra tolerancia. “Muchos políticos dicen, por ejemplo, ‘tolerancia
cero con las agresiones machistas’. Pero se equivocan. Confunden tolerancia
con permisividad. No hay tolerancia uno, ni dos, ni tres. La
tolerancia no permite la intolerancia”, recuerda el activista.
LA EDUCACIÓN, LA BASE DE TODO
Además de corregir "la faceta macarra" de muchos dirigentes políticos, revertir la intolerancia pasa por aumentar la educación. Los técnicos de Movimiento contra la Intolerancia visitan cada años unos 1.500 colegios para ofrecer charlas y se percatan de que “algo falla” para que se haya normalizado la violencia contra el otro. No solo eso sino que la existencia de grupos violentos y jóvenes que hacen gala de sexismo o misoginia demuestran que la tolerancia sigue siendo una asignatura pendiente de la educación en las aulas y en los hogares. “Estamos incumpliendo el mandato internacional de educar para la tolerancia. Muchos consideran que es algo religioso, cuando de lo que hablamos es de una virtud cívica. Pero no se está enseñando en las aulas”.