Una de las manifestaciones más crueles de
las actitudes de intolerancia criminal, producto de la ideología y visión
patriarcal y machista, es la misogina y su
terrible correlato: el
feminicidio. Su carta de presentación: las mujeres asesinadas en todos los
países del mundo. Detrás de cada crimen,
siempre hay subalternidad y cosificación que culmina en dominio, posesión o
eliminación. Se suspenden dignidad, libertad, igualdad y derechos humanos, y
tras las cifras criminales se acredita en todo lugar: la suspensión del derecho
a vivir.
Es preciso mencionar la misoginia, como expresión de intolerancia cuyos hechos más brutales se viven ante la pasividad de los ojos de todo el mundo, y un ejemplo dramático de ello lo tenemos en Ciudad de Juárez.
A veces, es violencia de género, término que parece requerir una relación de proximidad afectiva con el agresor o maltratador; otras veces es puro “crimen de odio”, ósea en su raíz por el hecho de ser, como afirmaba una víctima confirmando el asesinato misógeno: “Nos matan por ser mujeres”, en definitiva, siempre feminicidio, asesinato de mujeres cometido por hombres desde su superioridad de género. Para ellos, las mujeres son otras “vidas sin valor”, y en ellas se ceba la intolerancia criminal.
Resulta vergonzosa la indolencia social y en
muchas ocasiones, de autoridades, personas e instituciones que están en el
poder político, económico y social. No solo valen gestos, se necesitan políticas,
acciones e iniciativas que lleguen hasta el último rincón. Son numerosos los
casos en un plano individual que proyectan no solo la subalternidad machista
(laboral, económica, familiar, cultural, política..) sino propiamente la misoginia que implica
rechazo, aversión u odio a las mujeres, o la tendencia ideológica o psicológica que consiste en despreciar a la mujer
como sexo y género, todo lo considerado como femenino.
En España además de la violencia y los crímenes de género, han sufrido violencia y crímenes
misóginos desde mujeres trabajadoras del sexo a jóvenes estudiantes por
sencillamente su condición de ser mujer. El sexismo, el machismo, la misoginia
y sus proyecciones de violencia y criminalidad siguen siendo la asignatura
pendiente, agravada en el caso de inmigrantes y trata de personas, donde la
esclavitud y el dominio de las mafias muestran unas dimensiones del horror
directamente proporcionales a los negocios lucrativos de una economía sumergida
y consentida que actualmente, junto con las drogas, ha pasado a ser
contabilizada como parte del Producto Interior Bruto.
Es la expresión de Intolerancia más antigua
del ser humano, individual y
estructural, difícil de acometer y que en su expresión criminal resulta terrible,
sea como sea, en la forma que sea o se
manifieste, resulta imprescindible situarlo como objetivo central de lucha
hasta su total erradicación.
Esteban Ibarra
Presidente de Movimiento
contra la Intolerancia