Europa se enfrenta, una vez más, a la realidad impactante de los crímenes de odio antisemitas, xenófobos, racistas y de otras formas de intolerancia, además de un clima social donde la convivencia democrática se pone en peligro. Actos atroces, precedidos y precipitados por el discurso de odio que se extiende por Internet y las Redes Sociales, acompañados de prácticas desinformativas, bulos, fanatización y otros elementos que, incluso en contextos de pandemia, vaticinan graves problemas. La difusión de la retórica tóxica de los extremismos deviene en conductas violentas. Las amenazas hacia la democracia y las perspectivas neototalitarias asoman sin reparo en horizontes que no se sitúan nada lejanos. Y España no es diferente, aunque en apariencia menos visible por ausencia de radares sensibles.