Fuente: La Vanguardia. Pilar Rahola-
Por desgracia, algunos de los grandes debates que sacuden la conciencia europea nos quedan lejos. Por ejemplo, la cuestión del antisemitismo, cuyo desbocado auge preocupa en toda Europa. Como dato ilustrativo, solo en Francia se reportan un millar de actos antisemitas, cuando antes del 2000 no pasaban de los 100. Además, desde la Segunda Guerra Mundial no había muerto ningún ciudadano europeo por ser judío, pero dejó de ser cierto a partir del brutal asesinato del joven Ilan Halimi en el 2006, secuestrado por islamistas franceses, torturado durante 24 días y abandonado en una vía de tren, con el 80% del cuerpo quemado. Es una lacra que arrecia en todos los países y que ha comportado otro dato preocupante: el éxodo de familias judías que abandonan Europa. Hoy solo vive en el continente el 9% de la población judía mundial, y un 40% es mayor de 65 años.
Es esta cuestión, la antisemita, la que acaba de sacudir el debate francés a raíz de la vergonzosa decisión del Tribunal de Casación de considerar al asesino de Sarah Halimi no apto para ser juzgado porque había fumado marihuana y ello le provocó un “ataque de delirio”. Esta es la historia: la doctora Sarah Halimi, única residente judía en su edificio, fue atacada en el 2017 por un vecino al grito de “Alahu akbar” y mientras la golpeaba y tiraba por la ventana gritaba que había matado al Satán judío. Lejos de considerar el asesinato como un acto antisemita, las autoridades no aceptaron la agravante de antisemitismo y al final la justicia ha considerado que el asesino no tenía “responsabilidad penal”. La indignación entre la comunidad judía ha sido tal que incluso Shimon Samuels, del Centro Wiesenthal, ha denunciado que se ha pervertido la justicia y que la sentencia exculpatoria sienta un precedente muy grave. El propio Macron se ha mostrado escandalizado. Meses después del asesinato de Sarah Halimi, otra mujer judía, Mireille Knoll, superviviente de Auschwitz, era apuñalada once veces en su casa y después quemada. En este caso se ha acabado aceptando el carácter antisemita del crimen. A raíz de la escandalosa sentencia absolutoria, Bernard-Henri Lévy ha pedido una “ley Sarah Halimi” que impida que algo así vuelva a ocurrir.
Puede que este artículo se perciba como lejano, pero sería un grave error. El antisemitismo siempre es un eficaz indicador de la salud de una sociedad, y cuando arrecia, nos avisa de que aumentan el odio, la intolerancia y la violencia. Ello está ocurriendo en todas partes, también en nuestro país. Y también aquí se alimenta de la impunidad y de la indiferencia.