domingo, 26 de enero de 2025

El espíritu de la Puerta del Sol. Jóvenes contra la Intolerancia frente a ETA

 

El 23 de enero de 1995, hace hoy 30 años,  fue asesinado Gregorio Ordoñez. El criminal terrorista que le mato fue Francisco Javier García Gaztelu, alias Txapote. Fue un disparo en la cabeza a un demócrata, indefenso pero valiente que a pecho descubierto desafiaba la imposición totalitaria de una banda de asesinos, cuyo sacrificio en pos de la libertad debe ser mantenido como un legado de dignidad y firmeza, y que una nación agradecida no puede olvidar. Gregorio Ordoñez murió mientras almorzaba en un restaurante, sencillamente porque combatía con la voz y la palabra la peste totalitaria de ETA y sus cómplices. 

Txapote resuena hoy en día como icono zafio del mal absoluto, de la banalidad de un vulgar matón, de la bazofia ideológica identitaria y de la incoherencia de quienes blanquean a sus cómplices de ayer y de hoy.

Por aquel entonces, Jóvenes contra la Intolerancia, con su capacidad y la fuerza de su discurso, combatía de forma firme, desde la razón y el rechazo radical a la  violencia, haciendo honor a sus orígenes en el antifascismo real, a los grupos urbanos violentos, muchos de ellos neonazis que en la eclosión de su actividad y fanatismo, dos años antes habían asesinado a la inmigrante dominicana Lucrecia Pérez.

Era por tanto imposible que el asesinato de Gregorio Ordoñez pasara inadvertido para quienes entonces militabamos en Jóvenes contra la Intolerancia.

 Nuestro  compromiso inexpugnable e irredento, en contra de la peste racista e identitaria, activó de forma espontánea, y casi diríamos que sin una gran reflexión teórica -eso vendría luego-, la tremenda indignación y necesidad de gritar en contra de aquel asesinato, y por ende de todos los anteriores y de los que por desgracian habrían de acontecer, como expresión del mismo fenómeno que hizo a Jóvenes contra la Intolerancia su razón de ser. 

Así que el 26 de enero, logramos impulsar la primera concentración contra el terrorismo etarra en la Puerta del Sol de Madrid, convocada por nuestra organización. Quizás no fuéramos entonces capaces de comprender la dimensión histórica de aquel día, pero treinta años más tarde, puede trazarse objetivamente, el impacto desencadenante del fenómeno que desde la sociedad civil, contribuiría a derrotar a ETA. 

Varios fueron los motivos, fue la primera concentración, que sistematizó una respuesta ciudadana fuera del País Vasco tras los atentados de ETA. Anteriormente pudieron verse acciones aisladas, mayormente en los municipios dónde se había producido un atentado. Pero no una sistemática con vocación de continuidad y de extensión a otros territorios de España. Como así hizo, primero Jóvenes contra la Intolerancia y su evolución despues en Movimiento contra la Intolerancia, durante casi un década hasta que ETA cayó derrotada.

El discurso de Jóvenes contra la Intolerancia fue un desencadenante nada menor del efecto dominó de un movimiento cívico que contribuyo en la capitulación de ETA. Y aunque otras organizaciones pacifistas del País Vasco también contribuyeron notablemente a la causa, este nuestro enfoque no se basaba en el silencio sino en el grito, en el llamamiento a la sublevación, en la categorización de ETA como lo que eran unos nazis identitarios, basura totalitaria, fango nacionalista derivado de los crímenes del siglo XX.

Era un “a por ellos” con la voz y la palabra, pero a por ellos, era  el “libertad sin ira”, pero también sin miedo.  A veces con algunos excesos transgresores: “estamos hasta el culo de tiros y de zulos” y siempre coherentes y fuertes en la deslegitimación del terrorismo y en la defensa de los valores de la Constitución.

Era “EL ESPÍRITU DE LA PUERTA DEL SOL” impulsado por Jóvenes contra la Intolerancia contra ETA.

En los meses posteriores el espíritu de la Puerta del Sol se extendería a Sevilla, Jerez de la Frontera, Zaragoza, Valencia, Valladolid, Irún, y paso a paso a toda Espala, dónde demócratas de todo signo ideológico acudían tras sus crímenes a gritar contra ETA, a resistir contra la imposición de su odio identitario, y a sublevarse contra la intolerancia de aquella lacra totalitaria.

Aquello generó un paradigma fuera del eje izquierda derecha, una unidad de acción, un encuentro fraterno en el que se hermanaban en el dolor victimas del terrorismo con las de los crímenes de odio nazi. Una coherencia de combate en el que, por ejemplo, Violeta Friedman, judía superviviente del Holocausto, compartía lucha con Cristina Cuesta, cuyo padre fue asesinado por ETA. Todo construía un relato inédito hasta entonces que marcaba el fin de ETA, relegada al basurero de la historia por un cerco moral, construido por militantes del antifascismo real, de aquellos que fueron presos políticos del franquismo y sufrieron cárcel y torturas por ello. Mención especial merece Montse, nuestra secretaria general y presa política más joven de España en tiempos del franquismo, que solía desgañitarse, megáfono en mano hasta la afonía en aquellas movilizaciones.

Con el tiempo vendrían otras organizaciones, que fueron muy bienvenidas a la lucha, en aquella sequía moral de otras “grandes organizaciones que se decían defensoras de los derechos humanos,” pero que incluso, a veces se perdían en un laberinto incomprensible de justificación y blanqueo de la acción terrorista desde una equidistancia tan inútil como inmoral.

La memoria democrática de la España constitucional no puede ignorar esa fecha y lo que vino después. El espíritu de la Puerta del Sol de alguna manera vive hoy en la lucha por la libertad de Venezuela, en el combate sin cuartel contra el antisemitismo, en la confrontación irredenta contra toda forma de intolerancia, es un legado a transmitir para derrotar a los retos que debe afrontar la nueva generación.   “ETA NO VASCOS SI”.

Cambien ambos sujetos, busquen adaptarlos a cualquier contexto y tendrán un discurso indestructible.

Valentín González

Vicepresidente de Movimiento contra la Intolerancia


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