Este mes de febrero, recordamos uno de los acontecimientos más sangriendo y espantosos de la Guerra Civil: "La huía". 300.000 civiles eran bombardeados por militares franquistas cuando trataban de llegar a Almería desde Málaga.
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Y a continuación el testimonio de Andrés, que a sus 95 años es uno de los últimos supervivientes de esta masacre producida en Málaga.
El 7 de febrero de hace 84 años también era domingo de carnaval, como hoy, 7 de febrero de 2021. Fue el mayor éxodo en el Mediterráneo en el siglo XX. Uno de los episodios más cruentos de la Guerra Civil: 300.000 personas fueron bombardeadas por la Carretera de Almería mientras huían de la ciudad de Málaga.
Andrés Moreno Lucas, de 95 años (cumplidos el 4 de enero), es uno de los últimos supervivientes de la 'desbandá'. Desde su casa de la barriada Girón de Málaga, habla con El Confidencial con una llamada de WhatsApp gracias al móvil de su nieto Álvaro, de 29 años. Tiene muy buen aspecto. De cabeza va fenomenal, exhibe un gran sentido del humor y ganas de vivir. "Le tiene un poco mosqueado el problema de la mácula que le tapa la retina, pero del resto está genial", dice su nieto. Ya empieza a hablar Andrés:
"El refugio era una fábrica de harina que había al lado de la casa donde vivíamos. Si las sirenas sonaban significaba que los aviones nos estaban bombardeando. El refugio era un edificio fuerte y de cinco plantas. Allí nos metíamos y nada más que estábamos todos mirando al techo a ver cuándo iba a caer la bomba. Si sonaba otra vez la sirena, es que se habían ido los aviones y salíamos otra vez para la calle".
"El 'zapatones' era un hidroavión que venía casi todas las mañanas bombardeando al amanecer por la costa. Le decíamos así por la forma que tenían cuando amerizan. Y al otro le decíamos 'el molletes', que aparecía siempre a la hora de nuestro desayuno, aunque esos días apenas teníamos para comer".
"Así estuvimos meses. Decían que venían los moros y hacían barbaridades con la gente y estábamos 'asustaítos'. Las personas mayores estaban en el refugio y de allí no salían. Entonces y a la abuelita que había allí, digo yo la abuelita, porque a lo mejor tenían 50 años, le leía el periódico y la entretenía toda la mañana y de allí no salían las criaturas. Y nosotros, de noche, íbamos al refugio a dormir, bueno a dormir no, a intentarlo. Aquello estaba lleno de gente, con gente que no se lavaba. ¡Hay que estar muy curioso para estar limpio! [risas]".
La Málaga del niño Andrés era un ‘Paraíso en llamas’, como lo ha calificado el director José Antonio Hergueta en la cinta candidata a los Goya al mejor cortometraje. Los siete meses que abarcan desde el 18 de julio de 1936 hasta el 8 de febrero de 1937. La Málaga del niño Andrés arranca cuando su padre decide salir de la ciudad y al poco tiempo retroceden.
Vivía con mis padres y mis dos hermanas, que tenían año y medio y tres años más que yo, por el principio de la Carretera de Cádiz [oeste de Málaga] en la zona que se llama La Isla. La noche en la que la gente empezaba a irse de la ciudad, también nos fuimos nosotros andando con lo que teníamos".
"Pero… cuando no llevábamos ni medio kilómetro, regresamos. Estaban bombardeando por todos lados. Y mi padre pensó que lo mejor era que nos volviéramos a casa".
Fue una 'desbandá' de apenas unos centenares de muertos, aunque ese infierno de metralla fue para los que se fueron y también para los que se quedaron. No hubo tregua ni paz para la población civil. Málaga era una ciudad abandonada a su suerte. El gobernador había huido y el Gobierno de la República se había desentendido totalmente.
"Mi padre era más bien socialista. Trabajaba como maquinista de ferrocarril. Se tiraba siete u ocho días por ahí trabajando sin venir a la casa para luego traer comida y dinero. A la cárcel se fue aquí todo quisqui. Él no tenía miedo de entrar en prisión o de ser fusilado. Tampoco era un hombre aficionado a la política".
"Quien sí era comunista era el padre de mi mujer. Cuando vinieron las tropas de Franco ya se había largado por ahí. Ni siquiera se llevó a los hijos. Estuvo un pilón de tiempo fuera, no se sabía dónde estaba. Apareció tiempo después en Orange (Francia). Es verdad que todo el mundo parecía que era comunista. En el periódico se leía que los moros hacían no sé qué con las mujeres, con los niños, que mataban a la gente… En fin, barbaridades de esas".
"Íbamos corriendo y se cayó en la misma puerta. Se estropeó la rodilla. Busqué una botella de agua porque entonces no había nadie que curara las heridas. Y desde ese momento estuvimos juntos hasta que Rosa falleció con 72 años. Era lo más bueno que había encima de la tierra".
El 7 de febrero de hace 84 años también era domingo de carnaval, como hoy, 7 de febrero de 2021. Fue el mayor éxodo en el Mediterráneo en el siglo XX. Uno de los episodios más cruentos de la Guerra Civil: 300.000 personas fueron bombardeadas por la Carretera de Almería mientras huían de la ciudad de Málaga.
Andrés Moreno Lucas, de 95 años (cumplidos el 4 de enero), es uno de los últimos supervivientes de la 'desbandá'. Desde su casa de la barriada Girón de Málaga, habla con El Confidencial con una llamada de WhatsApp gracias al móvil de su nieto Álvaro, de 29 años. Tiene muy buen aspecto. De cabeza va fenomenal, exhibe un gran sentido del humor y ganas de vivir. "Le tiene un poco mosqueado el problema de la mácula que le tapa la retina, pero del resto está genial", dice su nieto. Ya empieza a hablar Andrés:
"El refugio era una fábrica de harina que había al lado de la casa donde vivíamos. Si las sirenas sonaban significaba que los aviones nos estaban bombardeando. El refugio era un edificio fuerte y de cinco plantas. Allí nos metíamos y nada más que estábamos todos mirando al techo a ver cuándo iba a caer la bomba. Si sonaba otra vez la sirena, es que se habían ido los aviones y salíamos otra vez para la calle".
"El 'zapatones' era un hidroavión que venía casi todas las mañanas bombardeando al amanecer por la costa. Le decíamos así por la forma que tenían cuando amerizan. Y al otro le decíamos 'el molletes', que aparecía siempre a la hora de nuestro desayuno, aunque esos días apenas teníamos para comer".
"Así estuvimos meses. Decían que venían los moros y hacían barbaridades con la gente y estábamos 'asustaítos'. Las personas mayores estaban en el refugio y de allí no salían. Entonces y a la abuelita que había allí, digo yo la abuelita, porque a lo mejor tenían 50 años, le leía el periódico y la entretenía toda la mañana y de allí no salían las criaturas. Y nosotros, de noche, íbamos al refugio a dormir, bueno a dormir no, a intentarlo. Aquello estaba lleno de gente, con gente que no se lavaba. ¡Hay que estar muy curioso para estar limpio! [risas]".
La Málaga del niño Andrés era un ‘Paraíso en llamas’, como lo ha calificado el director José Antonio Hergueta en la cinta candidata a los Goya al mejor cortometraje. Los siete meses que abarcan desde el 18 de julio de 1936 hasta el 8 de febrero de 1937. La Málaga del niño Andrés arranca cuando su padre decide salir de la ciudad y al poco tiempo retroceden.
Vivía con mis padres y mis dos hermanas, que tenían año y medio y tres años más que yo, por el principio de la Carretera de Cádiz [oeste de Málaga] en la zona que se llama La Isla. La noche en la que la gente empezaba a irse de la ciudad, también nos fuimos nosotros andando con lo que teníamos".
"Pero… cuando no llevábamos ni medio kilómetro, regresamos. Estaban bombardeando por todos lados. Y mi padre pensó que lo mejor era que nos volviéramos a casa".
Fue una 'desbandá' de apenas unos centenares de muertos, aunque ese infierno de metralla fue para los que se fueron y también para los que se quedaron. No hubo tregua ni paz para la población civil. Málaga era una ciudad abandonada a su suerte. El gobernador había huido y el Gobierno de la República se había desentendido totalmente.
"Mi padre era más bien socialista. Trabajaba como maquinista de ferrocarril. Se tiraba siete u ocho días por ahí trabajando sin venir a la casa para luego traer comida y dinero. A la cárcel se fue aquí todo quisqui. Él no tenía miedo de entrar en prisión o de ser fusilado. Tampoco era un hombre aficionado a la política".
"Quien sí era comunista era el padre de mi mujer. Cuando vinieron las tropas de Franco ya se había largado por ahí. Ni siquiera se llevó a los hijos. Estuvo un pilón de tiempo fuera, no se sabía dónde estaba. Apareció tiempo después en Orange (Francia). Es verdad que todo el mundo parecía que era comunista. En el periódico se leía que los moros hacían no sé qué con las mujeres, con los niños, que mataban a la gente… En fin, barbaridades de esas".
"Íbamos corriendo y se cayó en la misma puerta. Se estropeó la rodilla. Busqué una botella de agua porque entonces no había nadie que curara las heridas. Y desde ese momento estuvimos juntos hasta que Rosa falleció con 72 años. Era lo más bueno que había encima de la tierra".
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