Autor: @abiantorres_art
Fuente: La Vanguardia
Rosa Parks dijo “no” y cambió la historia de EE.UU. La amenazaron con arrestarla si no se levantaba del asiento del bus donde estaba sentada, reservado para blancos. Y este solo acto en Montgomery, Alabama, el 1 de enero de 1955, dio el pistoletazo de salida a uno de los mayores movimientos por los derechos civiles de la historia, aunque no fuera el primero ni el último.
Parks ha pasado a la posteridad como la “humilde costurera” que un buen día se plantó frente la injusticia contra los afroamericanos –pero hoy también podemos añadir contra las mujeres. Porque hasta el reciente 2015 no fue que se desvelaron todas las caras de su figura; hasta la exposición de sus escritos, fotografías y documentos personales en la Biblioteca del Congreso de EE.UU. Como dijo Maricia Battle, conservadora de las fotografías de la exposición, para la sociedad ha quedado “congelada en el asiento de bus”. Aunque, como otras, ella fue mucho más allá.
Viviendo en una Alabama rural donde las redadas nocturnas del Ku Klux Klan eran el pan de cada día, Rosa Louise McCauley, su apellido de soltera, solía quedarse las noches despierta junto a su abuelo, de guardia en casa con una escopeta en las manos. Creció en los EE.UU. gobernados por las restrictivas leyes Jim Crow. Aún más en los estados del sur. Un país en el que bajo el lema “separados pero iguales”, las comunidades no blancas eran sometidas y apartadas de espacios públicos como las escuelas, transportes públicos y restaurantes.
Este contacto permanente con una realidad hostil, junto con un sentimiento de justicia arraigado en su fe cristiana, forjaron su carácter y la empujaron a levantar la voz desde joven. Tanto que, al terminar sus estudios secundarios, se casó con Raymond Parks –también activista que defendió a un grupo de adolescentes afroamericanos condenados falsamente de violación, los Scottsboro Boys– y, desde 1944, empezó a trabajar como secretaria en Montgomery para la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color (NAACP). “En su marido, el primer activista que conoció, Parks vio la posibilidad de un cambio colectivo amplio”, nos detalla Jeanne Theoharis, profesora de Ciencias Políticas en el Brooklyn College de la Universidad de la Ciudad de Nueva York y autora del libro La vida rebelde de Rosa Parks.
Y es que sus primeros años de activismo los dedicó a proteger a las mujeres negras, doblemente discriminadas de los abusos y las violaciones en un momento en que las protestas por violencia sexual estaban completamente silenciadas. Parks también recogió los testigos de mujeres y niñas que habían sido violadas en sus puestos de trabajo, en la calle y otros espacios públicos. “Este tipo de activismo era difícil, peligroso y poco común”, explica Theoharis. Ayer como hoy.
Porque ella, de adolescente, también sufrió un intento de violación por parte de un hombre blanco. Un hecho que marcó su vida y cuyo testimonio la convierte en una pionera. A pesar de lo habitual que eran las agresiones sexuales, hay pocos testimonios en primera persona como el que dejó Parks.
La igualdad entre americanos daría un paso decisivo más en 1968, tras el shock del asesinato de Martin Luther King y la promulgación de la Ley de Derechos Civiles, firmada por el presidente demócrata Lyndon B. Johnson. Pero a lo largo de su vida, Parks se encontró prácticamente sola en la primera línea de batalla. No sólo como activista, sino como mujer perteneciente a una comunidad no blanca. De este modo, describió que vivir en EE.UU. como mujer negra para ella había supuesto un “logro autobiográfico mayor”.
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