A
raíz del crimen que acabó con la vida del ciudadano negro George Floyd se ha producido la mayor movilización social de
condena contra el racismo a nivel mundial en las últimas décadas. Acompañada de
una respuesta mediática sin precedentes, toda la gente de bien, y lo
celebramos, ha condenado este crimen así como todas las acciones que tienen su
matriz en esta ideología maligna que es el Racismo.
Sin
embargo, el rechazo a este crimen y al
racismo, que sin ninguna duda a ello nos sumamos, fue acompañado de acciones
violentas contras las personas, locales y bienes, causando muertos, destrozos,
humillaciones y miedo a gran parte de la
población. Y a esto no nos sumamos, por el contrario, ni lo justificamos, pero sí lo condenamos, como en su
tiempo hizo Martin Luther King
cuando movilizó a la sociedad, SIN
VIOLENCIA, contra el racismo, mientras defendía los valores de libertad, igualdad y solidaridad para todos, junto a la universalidad de los Derechos Humanos.
Los
últimos episodios protagonizados por
estas conductas violentas del fanatismo han ido dirigidas a derribar, vandalizar, pinturrajear las
estatuas que hacen referencia a personajes
de antaño que, con sus claros y oscuros, referencian una realidad histórica que no se puede abordar desde un presentismo
cronocentrista, a veces muy
cargado de ignorancia, que da la
impresión que tiene más interés en alentar la
Hispanofobia y su Leyenda Negra, así
como el rechazo a todo proceso histórico originado en Europa.
Ni Cervantes, ni
Junípero, ni Colón,
ni otros personajes de la historia, pueden ser los objetivos de la lucha contra
el racismo y el esclavismo. Por el
contrario, ni es justo, ni se ajusta a la verdad. Es anacrónico y deplorable. En
un presente donde hay crímenes racistas, hay mercados de esclavos como en el sur del Mediterráneo,
donde se asesina y viola a mujeres por su color de piel en muchas regiones del
mundo, o donde se producen matanzas de indígenas que luchan por su derechos, no
reaccionar ante hechos actuales tan
graves, es perder la perspectiva del
compromiso humano antirracista.
El movimiento
contra el racismo y la intolerancia,
como ya planteó el Consejo de Europa en numerosas resoluciones, debe de tener agenda propia y avanzar
como estamos haciendo en España, con
resultados evidentes, a conseguir
legislaciones, políticas y medidas que prevengan y erradiquen estas conductas, protejan a las víctimas y refuercen la
cohesión de la sociedad en los valores democráticos y universales humanistas. Nos
espera conseguir la Ley de Igualdad de Trato y No Discriminación, la Ley Integral contra
los Delitos de Odio, los planes, la decidida acción y el compromiso social frente
a estas lacras.
Ni la violencia, ni el vandalismo, ni la
ignorancia representan a la acción social e institucional que ha progresado en
Europa frente a la barbarie racista,
una criminalidad genocida que también asoló a nuestro continente en un pasado
reciente como muestra el símbolo de Auschwitz. La Europa que lucha contra el racismo lo hace
desde el respeto al principio de legalidad democrática y a los derechos
humanos, conquistando, sin pausa, paso a
paso, condiciones de igualdad, libertad,
justicia social, tolerancia y solidaridad para todas las personas.
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