Esteban Ibarra, vocal del Observatorio contra la Violencia en el Deporte, cree que hay armas para luchar contra los radicales pero no se han aplicado con rigor
Esteban Ibarra lleva
más de veinte años dirigiendo el Movimiento contra la Intolerancia. El estudio,
la prevención y la actuación contra la violencia en el deporte se
han convertido en su vida. "Hay una buena ley y un reglamento con medidas
para actuar contra los radicales, pero hasta ahora ha habido indolencia, no se
han querido aplicar las normas con el máximo rigor", se queja. Ibarra
alerta sobre el aumento de la brutalidad de las acciones de estos radicales:
"Se han desarrollado y ahora tenemos un fenómeno ultra bastente extendido
y muy peligroso".
Desde que los violentos llegaron al mundo del fútbol
en los años 80, su actividad se ha ido haciendo cada vez más organizada.
Reventa de entradas cedidas a precios bajos por los clubes o intermediación en
los viajes de los equipos son algunas de las fuentes de ingresos. "Son
ingresos importantes que han llegado a provocar una guerra interna por ejemplo
entre los ultras del Real Madrid. Hay un
sector nuevo muy neonazi que ha querido desplazar al sector histórico. Han
aparecido pistolas, navajas... Eso nos da idea del mundo que se mueve por
ahí", señala.
La muerte el pasado 30 de noviembre del aficionado de
los Riazor Blues en las inmediaciones del estadio Vicente Calderón de Madrid ha
provocado una reacción inmediata de la Liga de Fútbol Profesional y
el Consejo Superior de Deportes.
Se anuncian nuevas medidas, pero Ibarra echa en falta una que considera clave:
"Debe exigirse a los clubes el libro de registro de Actividades y Grupos
no formalizados, porque los ultras funcionan desde el anonimato y eso facilita
la impunidad. No hay responsables del Frente Atlético o los Ultra Sur".