domingo, 28 de agosto de 2022
28 de Agosto de 1936 Martin Luther King pronuncia su discurso ‘I Have A Dream’
martes, 23 de agosto de 2022
Día Europeo en conmemoración de las Víctimas del Estalinismo y el Nazismo
Hoy es el Día Europeo en conmemoración de las Víctimas del Estalinismo y el Nazismo.
Este día recuerda el Pacto Molotov-Ribbentrop del 23 de agosto de 1939 entre la Unión Soviética y Alemania, que dividió Europa en dos esferas de intereses.. El día busca «preservar la memoria de las víctimas de las deportaciones y las exterminaciones en masa, enraizando al mismo tiempo más firmemente la democracia y reforzando la paz y la estabilidad en nuestro continente».
Recuerda que los regímenes nazi y comunista cometieron asesinatos en masa, genocidios y deportaciones y que fueron los causantes de una pérdida de vidas humanas y de libertad en el siglo XX a una escala hasta entonces nunca vista en la historia de la humanidad. Evoca asimismo los atroces crímenes del Holocausto perpetrado por el régimen nazi y condena los actos de agresión, los crímenes contra la humanidad y las violaciones masivas de los derechos humanos perpetrados por los regímenes comunista, nazi y otros regímenes totalitarios.
Fanatización, Extremismo, Crímenes de Odio y Terrorismo
El recuerdo de las víctimas de los atentados yihadistas de Barcelona y Cambrils junto al intento de asesinato terrorista contra Salman Rusdie nos debe de invitar a repensar los procesos que devienen en fanatización en torno a posiciones extremistas violentas, a la comisión de crímenes de odio y a los actos de terrorismo. Solo entendiendo sus raíces y dinámica tendremos la oportunidad de achicar su espacio de desarrollo y minimizar sus daños, pues para hablar de erradicar su existencia supone situarnos en un análisis de otra dimensión que excede a esta reflexión.
La memoria y dolor de las víctimas de este atentado, que nunca debería de ser utilizado para la infamia como sucedió por parte de algunos en las Ramblas, nos debería llevar a preguntar que tenían en mente Younes y sus afines de la célula yihadista construida por el imán de Ripoll. Los gritos de “morir infieles, morir judíos” según conducía la furgoneta con la que arrollaba a los viandantes, asesinando e hiriendo a muchas personas, nos mostraron su visión de odio a todo lo que no eran ellos y la dimensión deshumanizada de su acción criminal.
Igualmente, el atentado reciente que casi acaba con la vida del escritor indio Salman Rusdi, a manos de un joven chiita en EE.UU., y las amenazas de muerte sufridas durante 30 años, nos muestra como argumento, según el Ministerio de Asuntos Exteriores de Irán, que el responsable de la acción homicida es la propia víctima por escribir “Los versos satánicos”. En palabras del ministro iraní.,“Rusdhi provocó la ira pública al insultar el sagrado islam y a 1.500 millones de musulmanes. Esta es su justificación de un crimen de odio
¿Y solo sucede con el terrorismo yihadista?. ¿Con los crimines de odio y otros terrorismos como los de ETA, los neonazis u otra marca, no sucede? El enfoque fragmentado de su análisis nos impide desarrollar una visión de conjunto, transversal, para interpretar y rechazar cualquier legitimación de estas acciones. Son la misma praxis. Comportamientos justificados desde interpretaciones integristas o totalitarias que asientan la base de un proceso de fanatización, hoy muy efectivo al contar con las redes sociales y potentes coberturas de propaganda. La doctrina, el mito, la sugestión y la épica extremista del acto violento, tienen muchos medios de propagación.
El proceso de fanatización del sujeto criminal conlleva una adhesión rígida e idolátrica; construye actitudes y conductas que desarrollan una pasión exagerada, desmedida en defensa de una idea, teoría, creencia, cultura, estilo de vida, etc. Es muy visible en ámbitos integristas, ideológicos, incluso futboleros, cuya adhesión incondicional a una causa, a su verdad única o a una persona, supera toda racionalidad. Con objeto de imponer su voluntad puede ejercer cualquier acción de intolerancia, incluido el asesinato. Tras numerosos crímenes de odio, actos de terroristas, limpiezas étnicas y guerras se halla la intolerancia de muchos fanáticos.
La senda de la intolerancia, sea cual sea su forma, es por donde transita el proceso de fanatización. Conlleva una actitud que supone irrespeto, desprecio y rechazo al diferente al que no se considera su dignidad humana, libertad y derechos, y hacia el que se alimenta un odio que puede acabar con su existencia, y claro siempre incorpora la autovictimización. Esa senda por el que transcurre el proceso de fanatización del individuo, tiene como horizonte adherirse de manera exacerbada al extremismo, muy alejado de espacios sociales de consenso.
Observamos extremismos de perspectiva diferente pero de igual esencia, todos contrarios a la armonía, a la moderación y al acuerdo, a la concordia y tolerancia, a la convivencia democrática. Pueden existir estos posicionamientos tanto en lo político, como en lo religioso, cultural, ideológico, en lo ambiental,… con proyección individual (“lobos solitarios”), en grupos de odio o de praxis institucional.
Sobre la bases de una polarización que nos divide y enfrenta en torno a múltiples factores y ámbitos, este proceso de fanatización genera dualidades antitéticas que viven en la confrontación, niega la necesaria armonía de contrarios, vive de maniqueísmos profundos sobre lo bueno o malo, alienta la exclusión ideológica y la hostilidad. El proceso de fanatización extremista, incluso llega a alcanzar la justificación de la violencia.
Y a es aquí donde el problema se agrava. Si la derivada extremista puede ser sostenida por multitudes fanatizadas y evoluciona hacia la violencia, esta se enquista y autoreproduce, algo que es es factible si la organización que lo impulsa y el discurso de odio realizado tienen en su obediencia el uso estratégico de la violencia
Extremismo violento
Ante este problema global que no es nuevo, ni exclusivo de una colectividad, credo o nacionalidad, nadie es inmune a su crecimiento y afecta a todas nuestras sociedades, El extremismo violento vulnera la condición humana, no hemos nacido para matarnos los unos a los otros; acaba con la tolerancia y convivencia; provoca fracturas sociales y políticas muy graves y profundas, e instituye la amoralidad del “fin justifica los medios” y del “vale todo” para alcanzar sus objetivos. Utiliza la mentira, la injuria y cualquier atributo de quiebra ética, incluido el asesinato, interiorizando que “cuanto peor, mejor”.
No surge de la nada. Surge de un radicalismo que glorifica la violencia. Se cultiva allá dónde se desprecian los derechos humanos en la transformación social, donde anida la incomunicación, el prejuicio, las narrativas de agravio y el adoctrinamiento que alienta la intolerancia o en donde la exclusión social facilite un terreno fértil para el auge del extremismo violento. La radicalización de la intolerancia es la base de una siembra de actitudes y comportamientos sobre los que se riega el odio y camina el fanatismo, transformando a los seres humanos en una perspectiva maligna.
Lo facilita el desarrollo de praxis totalitarias, integristas, racistas, supremacistas, excluyentes o identitaristas, entre otras, que desestabilizan y explotan creencias religiosas o ideologías para legitimar el uso de la violencia, reclamar poder y fanatizar a sus seguidores. Y aunque sea diferente el móvil del fanático, el extremista violento produce comportamientos semejantes conforme a su esencia totalitaria, ya sea ultranacionalista, ultraintegrista, ultraderechista o ultraizquierdista, entendiendo por Ultra toda praxis cuyo objeto es ir “Más allá” de la legalidad democrática y del respeto a los derechos humanos.
Hay factores de empuje que conducen a los individuos al extremismo violento, como la marginación, desigualdad o persecución, el acceso limitado a una educación de calidad y la negación de derechos y libertades civiles, los agravios ambientales, históricos y socioeconómicos; hay factores de atracción, como los grupos extremistas, bien organizados con discursos convincentes y programas eficaces que proporcionan servicios, ingresos y/o empleo a cambio de la afiliación en un lugar al que pertenecer y una red social de apoyo; hay factores contextuales que propician un terreno favorable a la aparición de grupos extremistas violentos, tales como la insuficiencia o ausencia de estado de derecho, la corrupción y la criminalidad, incluso factores sectarios de identidad.
Es importante señalar que en todo proceso de radicalización o fanatización, el Discurso de Odio juega un papel estratégico central. Fue definido por el Consejo de Europa (1997) como aquel que “abarca todas las formas de expresión que propaguen, inciten, promuevan o justifiquen el odio racial, la xenofobia, el antisemitismo u otras las formas de odio basadas en la intolerancia, incluida la intolerancia expresada por agresivo nacionalismo y el etnocentrismo, la discriminación y la hostilidad contra las minorías, los inmigrantes y las personas de origen inmigrante”
El rol del discurso de odio en los procesos de fanatización y construcción de situaciones y escenarios en donde anida el extremismo violento, con la potencia comunicativa que se despliega en Internet, redes sociales y otros ámbitos de las nuevas tecnologías, revela su capacidad no solo para hackear la mente de las personas sino para desplegar una dinámica agitativa y propagandista capaz de impulsar potentes movilizaciones de apoyo en la sociedad e incluso para abrir escenarios sociales, políticos e institucionales a nuevos populismos, extremismos y opciones donde se manipulan sentimientos con el riesgo de enfrentamiento total.
El diagnostico de la UNESCO sobre el extremismo violento es rotundo, “constituye una amenaza que no conoce fronteras, y pone de relieve la vulnerabilidad actual de todas las sociedades frente a los retos de la intolerancia, el odio y el miedo. No existe una única causa del auge del extremismo violento, ni una única trayectoria que conduzca a su práctica. También sabemos que la “fuerza bruta” no basta para contrarrestar una amenaza que se basa en visiones exclusivas del mundo y en interpretaciones falsas de la fe, alimentadas por el odio y la intolerancia. Necesitamos un «poder no coactivo».(…) No basta con contrarrestar el extremismo violento: debemos prevenirlo”.
Y coincidimos en que: “nadie es un extremista violento de nacimiento. Los extremistas violentos se crean y fomentan. Los jóvenes aprenden a odiar y debemos enseñarles la paz. Los extremistas violentos promueven el temor y la división; nosotros debemos responderles con oportunidades para la implicación civil, con destrezas para el diálogo intercultural. Los extremistas violentos predican la exclusión y el odio; nosotros debemos enseñar derechos humanos, dignidad, tolerancia y solidaridad. Los extremistas violentos se alimentan de la desconfianza y los miedos de los demás, de la falta de confianza en el futuro. Nosotros debemos ofrecer a los jóvenes, hombres y mujeres, un sentido renovado de pertenencia a la sociedad y la comunidad mundial, con una nueva visión del futuro”.
Crímenes de Odio y Terrorismo
¿Qué tienen en común la matanza terrorista de Barcelona-Cambrils, el ataque homicida a Salman Rusdhi, el asesinato de Miguel Ángel Blanco a manos de ETA u otros atentados como el de Barajas, con la matanza racista de Bufallo, con la matanza de Utoya (Noruega), del terrorista neonazi Breivick, con los autores de los crímenes y matanzas antisemitas de París, con los autores de las masacres de intolerancia en Florida y de otros centros escolares. Lo sustancial no es que sean “locos”, aunque su personalidad sea de sicópatas o sociópatas, lo relevante es queson personas construidas y devenidas en fanáticos extremistas violentos; uno proceso que se debe deconstruir, desde la educación, deslegitimando la violencia, las políticas sociales y de seguridad adecuadas, y la ley democrática. Es una lucha irrenunciable.
La ONU en su Plan de Acción contra el extremismo violento señalaba que la reiteración de la comisión crímenes atroces han llevado a las instituciones internacionales a señalarlo como una posición individual o colectiva, antesala de los crímenes de odio y del terrorismo, donde se asume alentar, absolver, justificar o apoyar la perpetración de un acto violento para alcanzar objetivos políticos, ideológicos, religiosos, sociales o económicos, constituyendo una afrenta a los “principios de las Naciones Unidas, consagrados en los derechos humanos universales y las libertades fundamentales.
El Plan de Acción afirma que en los últimos años, el número de atentados cometidos por extremistas violentos se ha elevado en todo el mundo. Y añade, “esta amenaza, no está vinculada a ninguna religión, nacionalidad, cultura o grupo étnico en particular, afecta a la seguridad, el bienestar, libertad y la dignidad de un gran número de personas que residen en países tanto en desarrollo, como desarrollados, lo que constituye un riesgo de alcance mundial para el desarrollo sostenible y una paz duradera. Las respuestas en el terreno de la seguridad son importantes, pero, para que resulten efectivas en el largo plazo, han de combinarse con acciones preventivas globales y locales, que integren la educación, las ciencias, la cultura, la información y la comunicación”
El extremismo violento puede concretarse mediante su acción en crímenes de odio y en terrorismo. Ambos no solo se relacionan por su matriz extremista, también por sus efectos y la selección de víctimas y objetivos que pueden compartir o simultanear. Aunque no todos los crímenes de odio son terrorismo, ni todo terrorismo es un crimen de odio, existe un espacio compartido que son los crímenes de odio terroristas. Sin ir más lejos, el nacional-revolucionario Breivick y los nacional-revolucionarios de ETA, cometieron crímenes de odio terroristas por motivo ideológico, como en otros casos ya mencionados
En cuanto a los Crímenes o Delitos de Odio, este concepto fenomenológico fue adoptado en 2004 por la OSCE, al objeto de poder construir estadísticas para su prevención y posibilitar un confluencia jurídica, y lo significa como : “toda infracción penal, incluidas las infracciones contra las personas y la propiedad, cuando la víctima, el lugar o el objeto de la infracción son seleccionados a causa de su conexión, relación, afiliación, apoyo o pertenencia real o supuesta a un grupo que pueda estar basado en la “raza”, origen nacional o étnico, el idioma, el color, la religión, la edad, la minusvalía física o mental, la orientación sexualu otros factores similares, ya sean reales o supuestos”.
En España no está definido expresamente en el Código Penal; mejor porque sería excluyente. Cuando hablamos de delitos de odio nos referimos a una amplia tipología que comprende la circunstancia agravante del 22.4 que ha ido ampliándose hasta su actual redacción: “Cometer el delito por motivos racistas, antisemitas, antigitanos u otra clase de discriminación referente a la ideología, religión o creencias de la víctima, la etnia, raza o nación a la que pertenezca, su sexo, edad, orientación o identidad sexual o de género, razones de género, de aporofobia o de exclusión social, la enfermedad que padezca o su discapacidad, con independencia de que tales condiciones o circunstancias concurran efectivamente en la persona sobre la que recaiga la conducta”. Y también alcanza diversos tipos específicos relativos a las libertades y derechos fundamentales, nunca reducible solo al 510, como algunos juristas erróneamente expresan.
En relación al Terrorismo, el art. 573 del C.P. lo define como: “la comisión de cualquier delito grave contra la vida o la integridad física, la libertad, la integridad moral, la libertad e indemnidad sexuales, el patrimonio, los recursos naturales o el medio ambiente, la salud pública, de riesgo catastrófico, incendio, contra la Corona, (……) con cualquiera de las siguientes finalidades: 1.ª Subvertir el orden constitucional, o suprimir o desestabilizar gravemente el funcionamiento de las instituciones políticas o de las estructuras económicas o sociales del Estado, u obligar a los poderes públicos a realizar un acto o a abstenerse de hacerlo. 2.ª Alterar gravemente la paz pública. 3.ª Desestabilizar gravemente el funcionamiento de una organización internacional. 4.ª Provocar un estado de terror en la población o en una parte de ella”
Observemos que los Crímenes de Odio y el Terrorismo, no solo pueden compartir objetivos, seleccionar víctimas, tambiéninteractuar, simultanear y realimentarse, incluso construir acciones híbridas como son los crímenes de odio terroristas que nos muestran las matanzas de Búfalo, Utoya-Oslo, de Barcelona-Cambrils, el crimen de Miguel Angel Blanco o de Rusdhi, entre otros,
Y recordemos que ya laUNESCO planteó en 1995, «la intolerancia engendra violencia; utiliza la violencia para imponer sus planes de exclusión y odio. La intolerancia colectiva es una amenaza para el pluralismo, la democracia y el imperio del derecho. Como en el pasado, la intolerancia ha conducido al fanatismo, al fascismo y a la guerra y sigue haciéndolo actualmente. No hay pretexto para la violencia, sobre todo cuando la violencia conduce a la única situación que es irreversible desde el punto de vista médico: la muerte.”.
De la sociedad depende, encarar el problema.
Esteban Ibarra
Presidente de Movimiento contra la Intolerancia
Sº Gral. Consejo de Víctimas de Delitos de Odio
Día Internacional del Recuerdo de la Trata de Personas Esclavizadas y de su Abolición
lunes, 22 de agosto de 2022
Día de Conmemoración de lasVíctimas de Actos de Violencia basados en la Religión o las Creencias.
El 22 de Agosto es el Día de Conmemoración de lasVíctimas de Actos de Violencia basados en la Religión o las Creencias.
La libertad de religión o de creencias está contemplada en la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Sin embargo, se continúan perpetrando actos de intolerancia y violencia basados en la religión o las creencia, incluso existe cierta focalización contra personas pertenecientes a comunidades y minorías religiosas en todo el mundo. Además, la cantidad y la intensidad de estos incidentes va en aumento, adquiriendo a menudo un carácter criminal y unas pautas repetidas a nivel internacional.
domingo, 21 de agosto de 2022
Día Internacional de Conmemoración y Homenaje a las Víctimas del Terrorismo
La Asamblea General de la ONU decidió proclamar el 21 de agosto Día Internacional de Conmemoración y Homenaje a las Víctimas del Terrorismo, a fin de honrar y apoyar a las víctimas y los supervivientes del terrorismo y promover y proteger el goce pleno de sus derechos humanos y libertades fundamentales.
Al proclamar un Día Internacional dedicado a las víctimas del terrorismo, la Asamblea General reconoce que la promoción y la protección de los derechos humanos y el estado de derecho en el ámbito nacional y los niveles internacionales son esenciales para prevenir y combatir el terrorismo.
«Recordar a las víctimas del terrorismo y prestarles un mayor apoyo es esencial para contribuir a que rehagan sus vidas y sanen de sus heridas. En esa labor se enmarcan nuestros esfuerzos conjuntos con parlamentarios y Gobiernos para redactar y adoptar leyes y estrategias nacionales que permitan ayudar a las víctimas. Debemos seguir apoyando la inestimable labor de las asociaciones de víctimas. Debemos asegurarnos de que se escuche siempre a quienes han sufrido, y de que no se les olvida nunca. Hoy y siempre». António Guterres
jueves, 18 de agosto de 2022
17 de Agosto en Memoria de las Víctimas de los Atentados de Barcerlona y Cambrils
El 17 de agosto de 2017 en Barcelona y Cambrils dieciséis personas fueron asesinadas en una serie atentados terroristas yihadistas y más de un centenar de personas resultaron heridas.
Desde Movimiento contra la Intolerancia gritamos un NUNCA MÁS en su Memoria. Siempre estaremos con la Víctimas y pidiendo la movilización ciudadana contra la violencia, el terrorismo y otras manifestaciones de intolerancia porque como decía Francisco Tomas y Valiente: “Cada vez que matan a una persona, nos matan a todos un poco”.
martes, 16 de agosto de 2022
Identitarismos y estrategias de odio contra los Derechos Humanos
Transitamos por tiempos inquietantes, alimentados por problemas sobrevenidos, falta de certidumbre en un horizonte cortoplacista y muchas desesperaciones individuales, familiares y colectivas. Tan pronto un virus nos diezma como el calor nos asfixia; presto, nos emerge una crisis económica y de energía con otra que se solapa con graves problemas climáticos y de sequía; bien nos montan e implican en una guerra, como nuestro país se fogonea a base de incendios, en su mayoría provocados. Muchas emociones, algunas útiles para golpes de autoridad pero inútiles para el ejercicio de la razón, y menos si esta es ilustrada y exige análisis científico y pensamiento crítico.
Hay emociones que pueden ser utilizadas, si cabe, para trasladar responsabilidades fuera de la propia y señalar posible culposidad o negligencia del “otro” y para, de paso, afirmar la identidad propia que un contexto de dificultad se vuelve excluyente y agresiva. Es fácil de observar que estamos plagados de gestos simbólicos identitarios, en especial de raíz ideológica, que ocultan la profundidad de las contradicciones, sean en los escenarios del “Metoo hiper feminista”, de la “Greta meta climática” ó en los de la “espada de Bolívar”, en todos, por lo general, no hay mito sin rito.
Frente a los impulsos de emociones justificadoras, provengan de ultra-nacionalismos, abominables tesis racistas, colonialismos e imperialismos de todo cuño, o por ideologías bolchevistas y de otros “ismos” que desembocaron en un siglo XX terrorífico contra el ser humano, en 1948 se alzó un gran pacto por el reconocimiento de la dignidad humana, las libertades y derechos intrínsecos de la persona, la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Paradigma de la convivencia y de la democracia.
LOS DERECHOS HUMANOS ESTÁN POR ENCIMA DE LAS IDENTIDADES
Demasiado sufrimiento en la Historia de la Humanidad, desde nuestras raíces hasta este punto de llegada, que debería ser el paradigma del presente y futuro, si queremos tenerlo.
Y atención!! En nuestra magna Declaración no se habla de “identidad”, ni de sentimiento esencialista, y si de la dignidad de la persona, que es lo esencial y universal para todas, con sus múltiples y variadas realidades, y se encomienda a la educación: “el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos”.
La identidad es un significante de dudoso cientifismo, siempre bajo sospecha, como toda emoción no sujeta a la razón humana y a la conciencia ética, que es lo que señala el art.1º de la Declaración de 1948, con la finalidad de evitar emociones identitaristas como las nacionalistas que culminaron en Europa en dos Guerras Mundiales, el Holocausto nazi y el Holodomor bolchevique, entre otras tragedias que nos asolaron. Anteriormente las identidades religiosas y su intolerancia, sus guerras, como señaló Voltaire, ya nos habían dejaron el mundo sembrado de matanzas, claro, sin olvidar las masacres coloniales, ni los más recientes totalitarismos, como el nazismo, los fascismos, comunismos e integrismos. Los derechos humanos son de cada persona y están por encima de las identidades, preceden a la ley positiva, porque ese es el paradigma democrático.
En la España de hoy ¿cuántas identidades hay? Somos 47 millones de personalidades. En Europa 750 millones, de los cuales 447 pertenecen a la Unión Europea, en un mundo que en 2022 somos 8.000 millones de seres humanos. ¿De cuantas identidades hablamos? Podríamos sostener que bajo el criterio de identidad habría infinitas combinaciones y realidades, homogéneas, yuxtapuestas o heterogeneas que presentan nuestro genoma y nuestra infinita diversidad social y cultural. Muchas comparten valores, organización política, religión, caracteres fenotípicos, sexuales o de género y un largo etcétera. Y se hacen notar en función de las organizaciones que las cobijen y su poder de impacto.
LA IDENTIDAD ES UNA CONSTRUCCIÓN IDEOLÓGICA
El término identidad, más allá de la identidad personal, donde la dignidad de cada uno es “en sí” y ·para sí”, socialmente hablando presenta muchas contradicciones, dada la diversidad interna de cualquier conjunto humano, sea un país o un colectivo. Este viene referenciándose a partir de una serie de rasgos o características de una persona o grupo que permite distinguirlas de otras personas en un conjunto humano. La evolución creativa de la humanidad rompe con el esencialismo identitario.
Lo que llaman identidad, sea cultural, étnica, nacional, de género, racial… no pertenece realmente al plano de los hechos, son construcciones ideológicas. Lo que es un hecho, es que todos somos diferentes, aunque todos somos iguales en dignidad y derechos humanos.
No obstante, toda persona, desde su autonomía, puede elegir o definir su identidad pero sin dañar los derechos de las demás. El problema comienza si la presentamos o vivimos de forma absoluta, fundamentalista, con fanatismo y no digamos si se deriva en propuestas integristas o totalitarias que matan la libertad y la igual dignidad y derechos, las libertades individuales y los derechos humanos de la persona. De la identidad es fácil trascender al identitarismo, a su determinismo esencialista, y ahí es donde está el problema porque nos cosifica, marca o aprisiona, y esto es pernicioso para toda sociedad y para la humanidad en su conjunto.
El identitarismo, adhesión exacerbada identitaria, supone un pensamiento que eleva la identidad social, política, religiosa o cultural a mito, considerándola algo sagrado e inamovible. En el ámbito nacionalista es teorizado a veces como nacionalismo redentor, abiertamente etnocentrista y xenófobo, promueve la etno-diferencia y el comunitarismo, rechaza el mestizaje y la práctica de interacción intercultural. Puede derivar en racialismo o racismo que son cosas diferentes pero ambas tan acientíficas como el término “raza” que les sustenta. Otros identitarismos en su intolerancia pueden alcanzar al antigitanismo, la homo-transfobia, el sexismo y misoginia, la hispanofobia, el antisemitismo, las fobias ideológicas y muchas otras formas de intolerancia, odio y discriminación. El identitarismo siempre tiende a la exclusión, al supremacismo, y siempre es por naturaleza, antidemocrático, por negar la universalidad de libertades y derechos del prójimo, es la puerta de entrada a todo totalitarismo.
El peligro de los identitarismos no acabó en 1948 con el triunfo de la Declaración Universal de Derechos Humanos. La intolerancia identitaria continuó en su dinámica extremista, a veces nacionalista, religiosa y otras de diferentes postulaciones ideológicas, pudiendo alcanzar lo que Amin Maalouf denuncia en su libro “Identidades asesinas”, que señala la locura que incita a los hombres a matarse entre sí, en nombre de una etnia, lengua o religión. Experiencias genocidas como en Camboya, Ruanda o en los Balcanes, no han sido las únicas; También hay otras que nos son cercanas y recientes, como los presuntos crímenes de lesa humanidad protagonizados por ETA “contra los españoles/ constitucionalistas” en su estrategia de “socialización del sufrimiento” o las realizadas por el yihadismo como las matanzas de Madrid y Barcelona
EL PROBLEMA ES CÓMO SE VIVE ESA IDENTIDAD
Una persona o un grupo pueden tener su identidad o múltiples identidades, más allá del DNI, ese no es el problema. La cuestión es cómo se vive esa identidad, como se manifiesta, si es excluyente, opresiva, criminal e incompatible con los derechos de los “otros” a los que estereotipa, prejuzga y estigmatiza; si discrimina, es agresiva o violenta; si viola la dignidad humana y las libertades y derechos fundamentales del prójimo. Si es así, entonces estamos ante un grave problema. Para transitar de una identidad sentida o vivida con naturalidad, tolerancia y respeto al prójimo, hacia un identitarismo, siempre excluyente y agresivo, solo hay que observar la dinámica de la intolerancia que es la matriz que lo alimenta y cuyo resultado, de no detenerla, es letal.
La dinámica de la intolerancia de entrada no considera a los seres humanos en su individualidad, todos pertenecen al “colectivo”. Comienza por “estigmatizar” al “otro”, negando “valor” al diferente, al distinto. A partir de ahí, estas personas son sometidas a un proceso de “deshumanización”, alimentado por mitos y falsas imágenes que calan en el subconsciente social (los inmigrantes son delincuentes, los españoles colonialistas, los negros nada inteligentes, los homosexuales enfermos, los hombres violadores, las mujeres no tienen cerebro, los judíos son avaros, los gitanos traficantes, los musulmanes terroristas, los discapacitados una carga inútil, los viejos sobran, etc.). Después el colectivo mayoritario se “victimiza”, a partir de sentimientos de recelo, miedo y amenaza, o dicen sufrir unas cargas que considera injustificadas o por cualquier otro factor que estimule la victimización. Finalmente comienzan las hostilidades, tras haber interiorizado el colectivo prevalente el “miedo a la agresión del diferente”, y todo amplificado por el “fanatizador” agi-pro del extremismo ideológico.
DESINFORMACIÓN, POLARIZACIÓN, MENSAJES DE ODIO: EL ORIGEN
Esa dinámica, bastante común en todos los procesos identitaristas, es alimentada por la desinformación, la polarización y los mensajes de odio; y en un contexto de incertidumbre, el “otro” siempre será el culpable y sus opciones de sufrir segregación, discriminación o violencia se tornan más que reales. Y a partir de esa base de intolerancia, cualquier persona puede sufrir agresiones por el simple hecho de ser parte o supuestamente parte del colectivo estigmatizado; de esta forma el grupo dominante se siente legitimado para proceder a la “limpieza étnica y social”, curando la “infección”, recurriendo a la violencia. Esta dinámica de pensamiento, actitud, conducta y comportamiento delictivo es la secuencia que nos puede llevar estratégicamente a la comisión de crímenes de odio en toda su amplitud, desde el asesinato y el terrorismo, a la guerra y el genocidio, como ha sucedido en nuestra historia reciente.
A la postre, el identitarismo no lucha por los derechos humanos, aunque en su mal uso hable de ellos, como sucede con los populismos que en su ámbito próximo, los desprecian porque les obligan a caminar por otra senda, en otro enfoque para su hacer social o político. Simplemente cuando malhabla de ellos, los deforma y utiliza como mecanismo de victimización pero no los promueve para con las personas que tienen identidades diferentes o contrarias. Y los vulnera. Incluso si invoca la autoridad de la ley positiva que puede promover. Nunca se debería olvidar que los Derechos Humanos nos preceden y no se atenta a su universalidad, a riesgo de rebeldía, como advierte el preámbulo de la Declaración Universal y es fundamento iusnaturalista.
DEBERES PARA CON LA COMUNIDAD
En verdad, toda persona tiene deberes respecto a la comunidad, puesto que sólo en ella puede desarrollar libre y plenamente su personalidad, pero observando limitaciones establecidas por la ley con el único fin de asegurar el reconocimiento y el respeto de los derechos y libertades de los demás. Así lo afirma nuestra Constitución, en su art. 10 y la Declaración Universal que en su último artículo, el nº 30 que “nada podrá interpretarse en el sentido de que confiere derecho alguno al Estado, a un grupo o a una persona, para emprender y desarrollar actividades o realizar actos tendientes a la supresión de cualquiera de los derechos y libertades proclamados en esta Declaración”. Frente a la mirada identitarista, siempre un enfoque de derechos humanos.
La demonización del otro, la negación de derechos al contrario, su estigmatización, al que como punto de partida se le intenta excluir, suele ser de tal envergadura que se vive en conflicto permanente, frente a ese otro al que se le ha categorizado como el “enemigo”, ni siquiera adversario; el identitarismo promueve mentalidades de choque y enfrentamiento-civilista, lo que hace posible vivir en un “todos contra todos”, en el marco anómico del “todo vale” por el propósito marcado, o sea por alcanzar poder de clan jerarquizado y no democrático. Es un planteamiento reaccionario frente a los principios de universalidad y progresividad de los derechos humanos.
HABITAT DE TOLERANCIA
Defender, la autonomía de la persona, el libre desarrollo de la personalidad, el derecho a vivir una identidad pero siempre desde el respeto a la libertad, igualdad y dignidad de todos, del ser humano y los derechos que les son inherentes, nada de eso tiene que ver con los identitarismos, y si con las garantías que se deben de ofrecer desde el constitucionalismo democrático por quienes se encargan de concretarlo políticamente. Y eso supone construir un hábitat de tolerancia y respeto a la persona, sin sumisiones a “colectivos idealizados” y a etiquetas predeterminantes.
Tolerancia con la diversidad social, cultural o política, aunque no sea del agrado, y siempre sobre la base del respeto a la dignidad humana y los derechos fundamentales, y con quien no practique ese respeto y apueste por su violación e intolerancia, ahí es donde debe de intervenir la legislación de protección de la victima de la discriminación y el delito de odio.
Los Derechos Humanos son Universales, para toda persona, en todo tiempo y lugar, inherentes, inalienables, irrenunciables, indivisibles, imprescriptibles, inalterables, interdependientes, progresivos, son en definitiva de, pro y para la persona, no son identitarios. Y deben de ser positivizados en todo país, signo de toda Constitución democrática, como derechos fundamentales.
Hay un viejo refrán que sirve terapéuticamente para neutralizar ese nivel de intolerancias múltiples y confluyentes. Decían nuestros ancestros que quien no sabe de dónde viene y no sabe a dónde va, no sabe dónde está. Pues bien, venimos de una Transición de una dictadura execrable a un régimen de libertades democráticas; soñábamos con el mejoramiento del bienestar, con mejorar la calidad y la profundización de la democracia. Hemos avanzado notablemente. Y llegó un 15 M y con él una ensoñación distópica, muy mediática, de asalto sentimental a los cielos que acabó transformándose en un sarpullido de expresiones identitarias peligrosas que niegan el cosmopolitismo democrático y llegaron populismos varios que proponen ir a ninguna parte. Muchos, desafortunadamente, les creyeron y aún, muchos se encuentran desnortados.
La política, como la investigación y toda intervención, debe radicar en un enfoque de derechos humanos.
Ahora, agotado el ciclo de la ensoñación, toca a la sociedad civil despertar y si tiene coraje, tomarse los derechos humanos en serio frente a los identitarismos, volver a su reclamo de mejora y profundización de la democracia que exige análisis concretos de las realidades concretas y menos gestos de postureo, desprenderse de polarizaciones y fanatismos, construir mas praxiología y menos ideología, reivindicar no solo redistribuir la riqueza sino un ejercicio del poder, en todos los ámbitos, de forma más democrática, con la más amplia participación y posibilidad de revocación de liderazgos, respetando acuerdos comprometidos con electores y afines en nombre de los que actúa, sin performances, circos y autoritarismos. Simplemente toca ser coherente con la esencia de nuestra Constitución y la Declaración de los Derechos Humanos, apostar por la tolerancia, la concordia y la convivencia, y así no solo conoceremos de dónde venimos, sino que sabremos dónde estamos y presumiblemente, hacia donde queremos ir, aunque esto es más difícil.
Esteban Ibarra
Presidente de Movimiento contra la Intolerancia
Sº Gral del Consejo de Víctimas de Delitos de Odio
viernes, 12 de agosto de 2022
12 Agosto. Día Internacional de la Juventud
En 1999, la Asamblea General de las Naciones Unidas designó el 12 de agosto como el Día Internacional de la Juventud, una celebración anual que busca promover el papel de los jóvenes como socios esenciales en los procesos de cambio y generar un espacio para generar conciencia sobre los desafíos y problemas a los que estos se enfrentan.
¡Por una Juventud contra la Intolerancia y la Violencia!